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San José, Padre en ternura

San José, Padre en ternura



En su carta apostólica Patris Corde, el Papa Francisco afirma que «Jesús vio la ternura de Dios en José». En este mundo tan atormentado, egoísta y poco acostumbrado a las relaciones sanas, este aspecto de San José identificado por Francisco tiene un significado muy profundo para todos, especialmente para los que hemos optado por consagrarnos a Dios. El mismo Papa había dicho hace algunos años en una de sus catequesis que «hoy como nunca necesitamos una revolución de la ternura. Esto nos salvará.

Jesús experimentó la ternura de Dios gracias a San José que acompañó su crecimiento» en sabiduría, edad y gracia ante Dios y los hombres «(Lc 2, 52), quien «enseñó a Jesús a caminar, tomándolo de la mano y fue para él como el padre que levanta a su hijo y lo acerca a su rostro”. Esta misma actitud amorosa hacia Jesús la manifestó José para con su esposa. María, sólo suficiente considerar cuando se enteró de su embarazo cuando ella solo era su prometida y aún no habían celebrado la boda. En la mentalidad de esa época, María podía ser denunciada y ser castigada según la ley, pero en cambio José tuvo una actitud de profunda ternura hacia ella, es decir, de bondad, amabilidad, afabilidad, dulzura, delicadeza, dulzura. No la juzga, no la condena, solo piensa en alejarse de ella porque es justo. La ternura que siente por ella lo lleva a ser comprensivo, no a juzgar, a no pensar mal de ella.

La hermosa dimensión de la ternura de San José implicaba para él el  hecho de estar cerca, cerca de Jesús y de su esposa, y esto lo hizo en cada momento del ejercicio de su ministerio, desde cuando cumplió la voluntad de Dios escuchando el mensaje del ángel: «José, hijo de David, no temas recibir a María como tu esposa, porque lo que en ella ha sido engendrado  es del Espíritu Santo», (Mt 1,20) y pasó por las distintas momentos descritos por Mateo y Lucas (el censo, el nacimiento de Jesús, la presentación, el rescate, la circuncisión, la imposición del nombre, la huida y regreso de Egipto, la peregrinación a Jerusalén y la vida en Nazaret en la familia y en su taller).

 

José, en las ocasiones, que estuvo con Jesús, manifestó su ternura para con él cuando lo abrazaba, lo besaba, le enseñaba las leyes de Dios, lo acompañaba a la sinagoga y los instruía en los trabajos de carpintería. Toda esta expresión de la ternura Influenciará la personalidad del Hijo de Dios y esto lo llevará en su vida, porque Jesús fue marcado por esta actitud de José. Pensemos en la ternura que Jesús tenía por los enfermos, los marginados, los pecadores; ternura con sus apóstoles los niños. En efecto, Pablo VI dirá: «San José es el modelo del Evangelio que Jesús, después de haber dejado la pequeña carpintería en Nazaret y haber comenzado su misión de profeta y maestro, proclamará como programa para la redención de la humanidad».

El pensamiento de Pablo VI refleja muy bien lo que la devoción popular y el arte nos han transmitido sobre el comportamiento de Jesús. En este sentido, el Papa Francisco colaboró ​​recientemente en la difusión de una escena en la que San José sostiene al Niño Jesús en sus rodillas y lo hace dormir entre sus brazos para que María pueda descansar. El niño Jesús con los ojos cerrados duerme tranquilamente mientras José lo acompaña con una tierna mirada.

Es una pena que los evangelistas no hayan reportado los detalles de esta vida cotidiana de la Sagrada Familia, que ciertamente era muy común en las familias de esa época y también en las de hoy. Sin embargo, esta sensibilidad de la ternura de San José no pasó desapercibida en el arte cristiano y podemos encontrar esta expresión en galerías de arte diseminadas por todo el mundo, como la representación de San José en el arte alemán y flamenco, comprometido en diversas tareas domésticas, donde aparece mientras calienta la ropa del niño Jesús, cocina, reaviva el fogón para mantener el calor en la gruta de Belén. En el Museo Mayer van den Berg de Anversa, Bélgica, se puede admirar otra curiosa escena en la que María está en la cama y José sentado en el suelo corta sus calcetines para hacer pañales y ropas al niño para protegerlo del frío y en consecuencia los pies de José aparecen descalzos, todo por el bien de su hijo. En otra representación, San José prepara un baño para Jesús vertiendo agua en una tina mientras María prepara a Jesús para el baño, o la escena en la catedral de Chartres, donde se representa a José cubriendo cuidadosamente a María que está acostada con el niño Jesús a su lado en el pesebre.  Todas estas escenas expresan la actitud amorosa de José hacia Jesús y María, mostrando su ternura, que lo muestra como un esposo solícito y un padre que, con sus gestos, derrama la ternura de Dios.

Podemos decir que la ternura de José era su dulce y serena mirada hacia Jesús y María o incluso hacia las personas con las que vivía y tejía relaciones laborales en su carpintería en la ciudad de Nazaret, pero también fue su vida compartida con todos. Para el Papa Francisco, la ternura es «la belleza de sentirse amado por Dios y la belleza de amar en nombre de Dios», así en los gestos de ternura de San José hacia Jesús, María y las personas de su entorno social expresaba el amor concreto de José de amar y calentar el corazón de las personas.

Ser tierno significa ser una persona que no se encierra en sí mismo porque la ternura expresa el amor y nos lleva a concluir que enriquece la vida. En este sentido, San José fue un «sadiq», un hombre que vivió una relación personal con Dios, un hombre fiel que se comportaba con el esplendor de su presencia, su bondad e integridad, el ejemplo de ternura que iluminaba al pueblo del lugar donde vivió y sus relaciones.

San José, que marcó la vida de Jesús en la convivencia diaria, debe enseñarnos a los pastores y consagrados la importancia de esta virtud; no en vano Francisco afirma en su Exhortación apostólica postsinodal Evangelii Gaudium que la Iglesia no puede estar «preocupada por ser el centro, o encerrada en una maraña de obsesiones y procedimientos», sino que debe tener la disposición de acompañar a las personas en su camino, como lo hizo José por Jesús y María, expresando preocupación, cariño y ternura por ellos. No debemos olvidar que cada vez que «alguien acaricia con nuestras manos, con nuestro corazón, con nuestra mirada, con una sonrisa, con unas palabras, somos instrumentos de Dios para demostrar a los demás y su ternura».

El Año José nos invita tratar de hacer efectiva la ternura en nuestras relaciones humanas y hacer visible el cuidado de los demás, especialmente en nuestra familia religiosa oblata, ya que como Oblatos estamos llamados a seguir a Cristo para gloria de Dios y a imitación de san José. En este sentido, nuestra vida debería ser una explosión de esa ternura presente en la vida de san José y que se sintió y se realizó en Jesús, y cada uno de nosotros, Oblatos, como enseñan nuestras Constituciones, deberíamos estar continuamente inspirados por san José «porque él tenía continuamente bajo su mirada ese Divino Ejemplar, que el Padre Eterno, por su misericordia, quiso enviar al mundo para enseñar el camino al cielo”.

El ejemplo de San José debe hacer que ese Jesús que seguimos siga actuando a través de nosotros, como José que abrazaba, tocaba, acariciaba, besaba, alimentaba, para que podamos sanar los corazones heridos, los desanimados y desesperados, con la ternura de Dios como vivió San José. Él, un hombre fuerte y trabajador, dejó brotar de lo más íntimo una gran ternura, que denota su profundo amor, por ello, no debemos tener miedo de la ternura que estuvo presente en la vida de nuestro modelo y protector a través de su humilde y concreto servicio, y como él debemos abrir los brazos a nuestros hermanos y acoger con cariño y ternura a todas las personas confiadas a nuestro ministerio, especialmente a los más pobres, enfermos, débiles y más pequeños, por ser una de las características del ser religioso y consagrado a Dios es la manifestación de la misericordia, la bondad, la ternura de Dios, especialmente hacia los más necesitados. Todos nosotros, como consagrados, necesitamos ver a Jesús como nuestro único amor verdadero, como lo vio San José, porque solo así podemos amar verdaderamente a los que encontramos en nuestro camino. Somos un signo de la ternura de Dios como lo fue san José por Jesús, solo si sabemos expresar nuestro testimonio de vida fraterna y el don de nosotros mismos para que nuestros hermanos y hermanas en la vida comunitaria y apostólica tengan vida en abundancia.

Preguntas para la reflexión

1- En nuestras comunidades, ¿tratamos de ser este signo de la ternura de Dios acogiendo con alegría a nuestros hermanos, escuchándolos, animándolos, animándolos y dando nuestra vida para que tengan vida en abundancia?

2- Expresar la ternura de Dios como la expresó san José hacia Jesús implica testimoniar a los hermanos y demás hermanos del pueblo de Dios, un Dios tierno, comprensible y amable que se manifiesta con gestos sencillos como muy bien lo expresa el poeta y narrador brasileño. con estas palabras: «Basta muchas veces ser un corazón que acoge, un brazo que abraza, una palabra que consuela, un silencio que respeta, una alegría que contagia, una lágrima que fluye, una mirada que acaricia, un deseo que se aplaca, un amor que promueve. «¿Cómo ocurre esto en mi vida y en nuestras comunidades? ¿Provincia? ¿Delegación?

3- Guiarse por la ternura significa tener el valor de romper ciertos paradigmas. ¿Será que nos falte cierta audacia? ¿Adónde queremos llegar con nuestra autosuficiencia y nuestro apuro diario que no favorece nuestra ternura?

4- ¿Es cierto que algunas de nuestras parroquias que dirigimos no se han convertido en laboratorio de burocracia, con horarios para todo, con tiempo limitado para los sacramentos donde el contacto presencial debe programarse con meses de anticipación y no favorece nuestra ternura para con la gente?

José Antonio Bertolin, OSJ



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